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Valuaciones de negocios en pequeñas empresas antes de una venta

¿Mundos distintos… o más parecidos de lo que creemos?

En las anteriores entradas del blog ha quedado evidenciado que puede elegir entre un montón de estrategias y modelos a la hora de evaluar su empresa. Unos tenderán a echar la vista al pasado, otros hacia el futuro, otros tirarán hacia abajo sus números y otros harán que pinten bien. A veces, incluso demasiado bien. Adornar sus cifras en exceso puede resultar peligroso, en particular si está negociando la venta de su compañía.

Compararse con otros y quedar atrapado

Gran parte de la discusión sobre la presentación de números favorecedores gira en torno al uso de una valoración de referencia. El empleo de un modelo de valoración comparativa puede variar sustancialmente de un año a otro. Dicho modelo se centra en la búsqueda de un promedio aplicable al sector mediante la comparación mutua entre empresas y el posterior uso de la media a fin de determinar el valor relativo. Si una industria concreta ha experimentado un año caracterizado por circunstancias excepcionales, la valoración relativa errará el tiro. Si luego se aplica un índice precio/ganancias o un múltiple del beneficio antes de intereses e impuestos (en inglés, EBIT), sin ajuste alguno, no podrá evitarse que este cociente rinda a su sociedad un valor superior. Es fácil quedar atrapado en el afán de imponer tendencias positivas en tiempos de desinversiones. Como es natural, el comprador desea encontrarse con una empresa fundamentalmente saneada. Estos factores impulsarán el valor de venta, lo que beneficia al vendedor. Pero ¿tiene un precio el embellecimiento de sus cifras?

El coste de los números bonitos

Primero que todo, aderezar sus números puede tener consecuencias legales. Si sus indicadores anuales anteriores se han visto aupados por un fuerte repunte de ingresos o gastos, ello podría afectar a la precisión de la valoración. Aparte de acciones legales, es susceptible de provocar discusiones sectoriales y una desconfianza generalizada.

En segundo lugar, todos conocemos la lógica contable: los números tienen que salir. Ingresos y gastos deben corresponderse con el flujo de caja a largo plazo. Las eventuales divergencias han de deberse a devengos y a los ajustes realizados para equilibrar los ingresos obtenidos, o bien a los posibles gastos incurridos pero aún no consignados. Estos efectos se producen en distintos momentos y, a la larga, acabarán compensando los números. Atendiendo a lo anterior, las ganancias hinchadas de hoy inevitablemente traerán consigo réditos disminuidos mañana. Además, muchas adquisiciones incluyen cláusulas en sus contratos, pudiendo vincular pagos adicionales a rendimientos futuros. Si los números se inflan demasiado, y, por tanto, prometen más de lo que son capaces de cumplir, puede acabar siendo un mal negocio para el vendedor.

Por otra parte, la tercera razón para abstenerse de retocar demasiado sus cifras es que, en una perspectiva a corto plazo, puede incluso que no sirva para mucho. Si el comprador realiza un estudio más en profundidad considerando el historial de las operaciones, las mejoras a corto plazo de los parámetros no ejercerán más que un modesto papel en la valoración. Si van en serio, tanto el comprador como el vendedor querrán contar con la valoración más precisa disponible.

Bonito por dentro y por fuera

Dicho esto, la valoración debe ser superior a sus activos tangibles. Los activos intangibles también tienen un atractivo para el comprador: una plantilla altamente cualificada, una base de clientes y procesos comerciales. Se trata de activos necesarios para el mantenimiento de las operaciones del día a día, aunque difíciles de monetizar. Si no se asegura de que un tasador lleve a cabo una valoración adecuada, corre el riesgo de fijar un precio demasiado alto, ahuyentando con ello a los potenciales compradores, o bien excesivamente bajo, lo que en principio equivale a perder dinero. En ambos casos no se trata de una situación muy deseable, ¿no es cierto? Además, un experto externo añade credibilidad a sus números, ya que el comprador podrá comprobar el modo en que ha obtenido su precio de venta. Nuestras valoraciones se basan en el análisis, en sus propias expectativas de futuro y en hipótesis a medio y largo plazo. Es fundamental que, a la hora de elaborar sus previsiones, se centre en la evolución real del negocio en pos de una óptima precisión y veracidad de la valoración. Embellecerse y ponerse de gala puede ser divertido, pero, cuando las luces se apagan, lo importante es lo que se lleva por dentro.